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dissabte, 1 de maig del 2010

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Una entrevista a Miquel Coll i Alentorn, President del Parlament de Catalunya, el 28 de juliol de 1985, a La Vanguardia, on es parla de les llegendes i com s'originen.

 Fresc del Palau Aguilar on s'observa Guillem de Montcada, vescomte del Bearn, parent de Guillem Ramon de Montcada, el Gran Senescal.

Transcripció de l'entrevista:

El que la preparó hace varios siglos fue el arzobispo de Tarragona que se dirigía hacia Roma y a la altura de Montcada, en el prado conocido como Matabous, fue interceptado por Guillem Ramon de Montcada.

De lo que se sabe —quedó un testamento sacramental y un documento penitencial del Vaticano recogiendo los hechos— cabe considerar que en principio la conversación entre el arzobispo y el caballero fue amigable. Mas de pronto, el caballero blandió su espada e hirió mortalmente al clérigo.

—Os pido que me dejáis confesar —pidió éste.
—Hacedlo —respondió el caballero.

El arzobispo se confesó con un sacerdote que le acompañaba, en tanto el caballero, en muestra de discreción, se alejaba por el prado.

Todo parecía ya en paz cuando, vete aquí que, terminada la confesión, regresó el caballero junto al arzobispo.

—Estáis en paz con Dios? —debió preguntarle (uno también tiene derecho a fabular).
—Sí —respondió el arzobispo, en tanto besaba su cruz pectoral.

 Guillem Ramon de Montcada. Pintura de Ramon Tusquets.

Le soltó entonces un par de mandobles que terminaron con la vida del buen clérigo y, no contento con ello, al cruel Guillem Ramon de Montcada no se le ocurrió otra cosa que esparcir el cerebro del arzobispo por el prado de Matabous.

—jQué bestia, oiga!
—Horrible, sí. Coll1 i Alentorn ha seguido explicando que, Guillem Ramon de Montcada, marchó a sus tierras de Bearn, de las que era vizconde, y que según la leyenda, cada vez que regresaba a Montcada las desgracias —sequías, inundaciones, malas cosechas... se sucedían a modo de ejemplar castigo divino, un tanto injusto por otra parte, ya que la felonía del señor la pagaban los que trabajaban las tierras.

Pero, años después, el monasterio de Santes Creus, empieza a construirse con la generosidad de un Guillem Ramon de Montcada.

La confusión de personajes se cierra con un fundido magistral: dice la leyenda que la construcción fue a modo de penitenciaría.

Dice también Coll i Alentorn que, a los monjes no les debió gustar que la leyenda identificase la construcción de su monasterio con un asesino y así empezaron a salir los juglares recitando sus canciones de gesta en la versión de los
monjes, que ya era exculpatoria estando Guillem Ramon de Montcada prisionero de Guillem de Castellvel pasó por el castillo el arzobispo Berenguer de Vilademuls que fue a visitarlo a la mazmorra en la que el vizconde de Bearn se consumía aprisionado a un cepo, sobre el que se sentó el srzobispo.

Imploró el prisionero al clérigo intercediese ante Guillem de Castellvell, para que éste aligerase el infamante grado de prisión y, sarcástico, el arzobispo, sacó una navaja de su bolsillo, cortó una astilla del cepo y dijo al prisionero: “Ya os he aligerado yo”.

Coll i Alentorn ha sonreído, una vez más, antes de poner fin a la leyenda:

—Ante el terrible escarnio, cuando Guillem Ramon de Montcada recuperó su libertadesperó el paso de Berenguer de Vilademuls, le tendió una emboscada y le mató.

Tal vez, pienso yo, se pasó en lo de esparcir el cerebro del arzobispo por el prado de Matabous. Unpoco sádico sí era el vizconde...

Ot de Montcada, parent de Guillem Ramon.

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